viernes, 10 de septiembre de 2021

La Crónica Interminable como centro de los cuadernos. Presentación y viñetas seleccionadas

Nací en 1947, año que mis contemporáneos dan como inicio del "nuevo tiempo". Dos imperios mundiales irrumpen para protagonizar la Guerra Fría, cuyo remate es el neoliberalismo, devenido luego en crisis civilizatoria.

Lo hice en México, donde coincidentemente se crea la dictadura perfecta con que nuestra larga posrevolución encuentra su peor camino, así nos conduzca por fin a la modernidad.

Hijo de trasterrados políticos españoles, llevaba a cuestas la batalla contra el fascismo internacional, que en el proceso terminó con sueños trabajados a picos y pianos durante cuarenta años.

Tres exilios me formarían, afirmo. Ese originario de padres y abuelos, el experimentado por campesinos y campesinas trasladándose en masa a nuestras ciudades y un tercero que condujo a mi hermano pequeño hacia una realidad propia.

En la confluencia hallaría tierras traspasadas por siglos y milenios hablando por donde quiera y un planeta de utopías: Cuba, Vietnam, el Che Guevara como omnipresente mito, las luchas estudiantiles, los afroestadounidenses reivindicando su terrible historia. 

Más acá el día a día que mi hermano descubrió como ancestral asesinato del deseo. Así me volvería el Idiota, buscando a tientas por caminos imperfectos. 

Ora abandonaba la universidad al primer año para perderme en un falso barrio bohemio. Luego y con angustía conocía Europa como Colón enrevesado y por ello ser ínfimo, sin derecho a reinventar cuanto se me diera la gana, al modo de él y sus continuadores. 

Hijo de las privilegiadas clases mexicanas, aunque fuera en sus menos prósperas orillas, hoy pretendían prepararme para dirigir un consorcio, mañana era el joven que con los amigos destinaban infructuosamente a inaugurar la intelectualidad televisiva y enseguida, junto a ellos mismos, prospecto de inviables cambios educativos y culturales. 

Para entonces esa cofradía había ido aquí y allá entre obreros y campesinos a quienes, si era el caso, se les negaba la condición de indígenas. 

Mientras, criaba una no familia con dos hijos, sin que mis contrapartes, las vecinas, se decidirían a reconocerme como tal, y asistía a una insurgencia de mujeres y homosexuales comprometidos. 

Hago alto ahí, a mis treinta y pocos años, para presentarles un trabajo comenzado en la vejez tal y como puede esperarse: a lo caótico. 

Se trata de blogs históricos, sociales, personales sin afanes autobiográficos, y videos hechos como Santa Utopía me da a entender.

Entretanto viajo por el mundo según está a la mano: virtualmente, a veces merced a un espacio en que por treinta semanas mujeres de diversos países americanos nos mostraron las intimidades del continente. 

Lo emprendo también hacia el pasado con mi abuelo muerto en 1950, para encontrar como "todos los sólidos" empezaron a desvanecerse "en el aire", en palabras de Carlos Marx.

Compongo, entonces, una suerte de memorias de mis tiempos hasta hoy y mañana, si se puede.

"Odisea 2001"

Divido temáticamente eso que titulé Cuadernos. Escritos en viñetas, crónicas, diarios, con frecuencia ayudado por clips musicales, noticiosos, cinematográficos, léase cada uno aparte o saltando entre ellos. Pueden aparecer entonces bloques como el siguiente: 


Grito, 2014

Noche del mexicano grito y al Barrio, como llamo a mi cuenta depurada en FB durante nueve años para no vérmelas con la parte del país que desprecio, lo pone furibundo la fecha reglamentaria y está casi vacío.
David: en Neza los cohetes son K 47
Dany:¡Vivan los hoteles de Tlalpan! Ahhh no vea…
Yo estoy alelado con la canción que buenas razones trajeron hoy.
Pregunto a la Dany en el hotel de paso en Tlalpan, si su grito no fue mera oportunidad para una de las geniales declaraciones que acostumbra:
¿La conoce, Ña?
Dany: Obvi
Itzel y yo aprovechamos para bromear:
Foto que una agradecida carnalita nos acaba de tomar
Igual que la gran mayoría de nuestra docena de cuadras, no volteamos a mirar el deprimente circo de la plaza mayor, donde el antiguo rito lo cumple un monigote al servicio del criminal proyecto poder reafirmado dos años atrás.
Entonces alguien sube esto:
¿Argelia en los 1950s?, pregunto para los demás, y para mí: ¿En verdad están cagados de miedo? Sí, de sí mismos, de lo que están preparados a hacer a la menor provocación.
Justo diez días después el país da el brutal salto en la nada que puede conducirlo a la nueva utopía.
Entre un dolor y una esperanza que no conocía, en noviembre el azar me lleva por primera vez a Cuba y encuentro la más espléndida experiencia imaginable en promoción de cultura comunitaria.
El alimento a los sueños es tal que rindo a la ¿Me perdonas?, según la llamaré pronto: la mujer de otro país por quien suspiro desde un año atrás. Lo hago al modo de un viejo en procura de una hermosísima joven imposible, se diría, y para un amor platónico que repentinamente anuncia pasar a algo más: el día siete, fin del encuentro en el cual coincidimos. Los organizadores nos premian con la música de uno de los mil geniales grupos cubanos. Intrepetan algo famoso que dice: Te perdono todo, menos el beso que me diste.
Cuando la canción acaba, ella dice la frase que termina bautizándola: 
-¿Me perdonas?
-¿Prometes? -respondo y mirándonos fijo no sabemos qué nos espera.
Entonces alguien se acerca con la noticia, falsa sabremos luego: encontraron los restos calcinados de los 43.
No hay rincón que alivie y la hermosísima me encuentra en uno de ellos.
-Anda, vamos a bailar y juntos la pena…
No escucho el final de la frase y por la mañana del seductor queda sólo el recuerdo.
La revolución y el amor son un mismo, indisoluble acto, rezan muchas justas frases, que por momentos no bastan.
Julio César Mondragón Fontes, el estudiante de Ayotzinapa cuyo cuerpo, desollado en vida, se arrojó en una calle de Iguala tras la desaparición de los 43. El grito hoy es tuyo. Te prometemos no perdonar.
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Esa viñeta decidirá a familiares y abogada de Julio César a encargarme un libro a hacer en seis semana, presentando su caso ante la corte internacional contra la tortura.

1492

“A COMISIÓN PERMANENTE DE SEGURIDAD DE LA SOCIEDAD DE LAS NACIONES GINEBRA.  AVIACIÓN FASCISTA ASESINA DIARIAMENTE MUJERES Y NIÑOS DESTRUYENDO PUEBLOS ENTEROS CON SU METRALLA PUNTO MUNDO CIVILIZADO DEBE INTERVENIR CESE TANTO CRIMEN PUNTO CASO CONTRARIO NO RESPONDO PUEDA PASAR CINCO MIL PRISIONEROS TENEMOS CÁRCELES ASTURIAS AUN CUANDO HAGO TODO LO POSIBLE ES DIFÍCIL CONTENER PUEBLO.”

Eso firmó mi abuelo cuando entre 1936 y 1938 dirigía una pequeña república semiautónoma en lucha, más que contra la España Negra fustigada por el poeta, para detener a Hitler y Musolinni.

Lo vemos aquí participando a su pueblo la protesta hecha.  

Murió en 1950 y cincuenta años después vino a vivir conmigo para cuidar el libro que escribía sobre aquellos asuntos. 

Hoy, cuando inicia la crisis civilizatoria que con suerte puede llevarnos a sociedades más solidarias, libres, equitativas, emprendemos juntos una aventura rumbo a pasado y presente, ayudando según nuestras fuerzas.

Iniciamos por ese año que el abuelo gusta llamar del Maléfico, para saltar después según se necesite.

Colón trepa a sus carabelas, pequeñas naves casi recién nacidas entre portugueses y gracias a los marinos que andan hace mucho el Mar del Norte, y no sabe quiénes operan la obra en secreto sin darse cuenta bien a bien de sus consecuencias. 

Simplifico extraordinariamente los hechos para un mejor entendimiento, porque nada es comprensible en la cristiandad latina o Europa centro occidental sin el papado y otros grandes agentes.

Cinco exactos siglos más tarde alguien escribiría en infame tono melodramático: "En tiempos muy antiguos existió un gigante guerrero, triunfante, dominador. Un día, fatigado, se detuvo. Aturdido,

torturado, fue dado por muerto, encadenado por múltiples amos (...) Entonces, el gigante fraguó su plan: recuperar sus fuerzas (...) y partir hacia la conquista del mundo (...) El gigante era Europa..."

-¿De qué hablas, buey? -pensé apenas leer a ese alguien que pronto codirigiría el Banco Central Europeo. -Tu guerrero nació poco a poco en los ocho siglos llamados medievales, y lo de gigante y dominador cuéntaselo a tu abuela, pues se echa al océano ahora porque no puede con el Islam, quien le cierra las puertas a China, esplendor de esplendores que todos procuran. Y corrieron con hartísima fortuna si pensamos en "América", continente inconcebible para ustedes

"De otra manera ni en jarras la magna obra. A cualquiera se le ocurre tomar un cálculo simplón sobre nuestra esfera terráquea. Era tres veces mayor. Neta, no por nada Portugal echó a patadas al Almirante."   

En fin, eso y bastante más se permitirá su cultura para adulterar la visión de un mundo que depredará a ritmos escalofriantes para el mismísimo Angel Caído. 

-Espera, te pongo un mapa -sigo despotricando contra Monsieur Mentira, como deberían llamarlo.

-¿Sufriste mareos? Porque esa obra cartográfica tiene como eje china y no tu continente, como empezará a suceder unas décadas tras los viajes del aventurero genovés, alias don Cristóbal.

-Menudo truco. Desde ese momento y sin faltar minuto susurran al planeta: El centro de la tierra somos nosotros.

Mal nombrada
Empezamos ella con un ¡Igualado! y yo un ¡Perfumada!, onda Elsa Cárdenas-Pedro Infante en Cuidado con el amor, que no tuvimos, ni el cuidado ni el amor.
¿Que me la comería si dejara? La noche de leer juntos en un genial antro, le dije que era la primera mujer en mi vida con quien me sentía en desventaja. No se trataba de la edad, pues otras jóvenes me acostumbraron al descaro. De conciencia de inferioridad iba el asunto.
A cambio nos igualó la risa, el respeto por las mutuas vidas y el cariño.
Se fue de viaje y puntual avisó, sabiendo cuánto el equilibrio de mi cabeza necesita su presencia virtual, así nos veamos las caras a ratos.
Está enamorada, creo, pues no hablamos del tema, y yo sigo entre el recuerdo de la Inesperada, los suspensos con la Imprecisable y cualquier fantasía a modo, hasta las que la involucran, sepan perdonarme, ustedes y ella.

De película, entonces, la cámara, el director, el staff, la mamá de ella, que la talonea (jjj), y mis nietos, venidos (párele, Tera, eh, que tienen nueve años, jjj) a apergollarse coristas de Chiquiladas, ni cómo la concentrancia, y luego el ¡Corte!, ya la chiflamos, jjj.
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Al día siguiente, dice uno cuando al escribir lo de aquí arriba llevaba cuatro horas en él, así supiera lo que no sabe el Luís    

Al dizque otro día, pues, chinguiñoso me encuentro con un nuevo desatino de la mentada (jjj), que esta vez musicalizo como ella espero quisiera (deje pasar los primeros compases: no encajan ((uuummm, jjj)) hasta el sax).

"Los gallos se oyen ‘cantar’/ quién mierdas dijo que eso es cantar/ oigo a los gallos el aullido místico suave de lxs perrxs/ y me emputa la sobredosis de insomnio y las cuitas de mi alegría blasfema." (Selene Chávez-Luna)

Corto el poema ahí, apenas comenzar, por no plagiarlo de alguna manera, pues el nombre de la Mal nombrada no es el de su cuenta en la red social. Como sea, después de leer eso no sé si me atreveré a saludarla al rato, mañana, durante el juicio final. Tenía razón: me siento en desventaja con ella, así alardee con mis juegos de palabras:

La Tera, ¿de casualidad tendrá acceso a una grabadora digital, porque no encuentro la mía (pa masturbarme la hallo rapidito, pero en tratándose de trabajo jjj) 
Mucha leidi, sí, mucha, para cualquiera, creo desde la primera vez de verla y pensar A esa no la dobla nadie, menos un hombre.  
La noche en que leímos juntos para otrxs, el antro no se le acabó hasta el amanecer, amansando bureles cuyo trapo no rojo sino negro y arriba de las rodillas atraía las embestidas. Cuando las cervezas en el refrigerador desaparecieron por su largo acto de magia, se echó a dormir sepa dónde, pues mendo -yo, para los nacos, jjj- para entonces con mi pijama de patitos retozaba en la cama. 
Ni idea sobre el momento en que la perderé de vista, quizás el domingo siguiente al miércoles en el cual estamos. Cuanta mujer encuentre por el camino de aquí hasta darlas (aprovéchese si quiere, Mal nombrada, que me puse profundo y los albures no me andan) la descubrirá, porque nunca nada se da en maceta, de unidad en unidad, y alguna milpa la produjo, seguro y en consecuencia vaya a calcular yo cuántas Aguamieles que rajan la garganta circulan por ahí.

Siluetas I

La policía agitaba sin contemplaciones la alcancía de la noche, Padre ordenaba cada mañana la muerte del hijo, las flácidas carnes de Mamá lloraban de vergüenza frente al espejo, Ella era miel pura, sonreía como una niña y me clavaba el puñal hasta la empuñadora, al compás de Los rebeldes del rock.


Tengo quince años y entro al último de los cursos preuniversitarios. En el anterior desapareció el yo que pasaba el tiempo tentando las aristas de nuestro mundo escolar, en el frontón, en el recoveco al fondo del campo de futbol, los baños o cualquier espacio poco frecuentado donde me aceptaban los rudos que probaban el carácter.
En su lugar se hace presente un personaje en busca de reflectores. El éxito es rotundo y allana tanto la vida que prometo ajustarme al modelo para siempre. Aun así me toma por sorpresa el montaje de miradas y risitas nerviosas dirigido a mí desde el rincón donde durante las semanas de inicio los de primero, recién llegados al edificio, se confinan en respeto a las jerarquías.
Muchos metros de gentío me separan del juego ese que, sin embargo, hecho con todas las de la ley no tiene dudas de alcanzar su objetivo. Más temprano que tarde voltearé, encontrarme no frente a frente a la jovencita más bella que creo haber visto, sino según se debe: semiescondida entre el aleteo de sus súbditas.
En verdad puedo morir: se me abren las puertas a una princesa de estilo clásico. Llega a la edad de enamorarse a la manera de la gente de bien, pensando que ahí está el único hombre permitido mientras viva, con quien compartir un idílico romance y luego un bien provisto hogar. 
Para mí la vida ha sido muchas cosas y entre otras, dolor, que no merece tratarse al paso. No decido si asomarme a través suyo o alejármele a toda velocidad. Las vacaciones entre cursos antes de sacar partido de las luminarias, ha sido una mañana tras otra de espanto ante el espejo. Algo terriblemente oscuro aparecía en aquel rostro, deformándolo. Por eso me agarro ahora a las miradas de los demás como a una droga, y esa oferta de la princesita promete que todo andará bien de ahí hasta el fin.
Andará bien entre el desastre general. La frase suena gorda pero me parece justa y el título de la historia viene de ahí. Cuando mucho después descubra a un célebre director de cine, entenderé su obsesión por la música popular de estos tiempos, nacida en su país por primera vez para los jóvenes. En la pobrísima modalidad nuestra hay un matiz nada despreciable. Fuera de la docena de tonadas hechas en casa, al traducirlas las melosas letras resultan perfectas tonterías.
Aunque el premio mayor se disputa seriamente, creo que Siluetas lleva la delantera. La voz de uno de los invariables remedos de cantantes dice debatirse entre y la vida y la muerte, al descubrir tras una ventana las sombras de una amartelada pareja en la que un ridículo coro denuncia la traición. El tipo repite la historia para terminar descubriendo, ni más ni menos, que equivocó la dirección del amor de sus amores. No importa sin embargo el despropósito, pues la quejumbrosa melodía y las apasionadas palabras sueltas dan de sobra para que los escuchas pongamos el sobrante, salido de nuestras entrañas que buscan con desesperación caricias y delirios imposibles de cumplir.
Al menos entre las crecientemente gruesas clases medias, sólo las más suicidas jovencitas se atreven a prestar otra cosa que manos, bocas entrecerradas e insinuaciones de pechos o muslos. Suicidas, he dicho, y de nuevo parece un exceso y no lo es.
A mis ojos nadie lo ejemplifica mejor que la hija de la peluquera del barrio. Una mañana veo a quien fue una niñita disfrutar mi sonrojo exhibiendo, antes que un par de espléndidos pechos, una sonrisa de reto e invitación. Meses después el vecindario masculino pulula por la esquina a la cual se abre el salón de belleza, desde donde la madre de ella se asoma con un matamoscas. Al poco creo que la mujer se salió con la suya, sólo para descubrirla a punto del infarto por el fracaso en deshacerse del Rey, cuya presencia basta para alejar a los competidores. La señora da inútiles voces, la pareja se cansa de escucharla y se aleja abrazada por la cintura. Pasará un año para ver a la joven con un bulto en el vientre, todavía envalentonada, y otro para que sus alardeos se vuelvan triste mansedumbre, sentada en el escalón del negocio con la criatura y vagos vestigios de sus encantos de cometa.
Mientras, nuestras baladitas languidecen, suspiros, chorritos de miel de maple, y a miles las nudilleras, las botas, las cadenas, los bates y una que otra pistola se disputan lo mismo una fiesta que una mirada.

 

Utopía, modelo urbano
De plúmbago, sin amenazas, las nubes casi al alcance de la mano corren rápidas en el día que suda sobre el caserío, donde la sal de mar hace cuatro siglos estampa su huella. Por la vía del tren, entre un millar de paisanos  en alharaca, dos costeñas maduras, firmes, desparpajadas, se regodean en los gritos:
-¡Huevo de gallina, no de granja! ¡En Espinal hay hombres, no chingaderas! -refiriéndose al hombre pequeñito, de voz aflautada que acaba de salir de prisión y encabeza la marcha: Demetrio Vallejo.
Es el sábado 12 de mayo de 1972 y cuantos hay allí llevan un mucho acunadas y otro mucho a cuestas dos o tres décadas de trabajos por Utopia, que no está en el santoral ni tiene altares en la Iglesia de Salinas Cruz, cuya torre domina la vista, ni en ninguna más del Istmo de Tehuantepec, del resto del estado de Oaxaca o donde sea en el México de tercos rezos por ella apenas Hernán Cortés terminó su obra. A comienzos de 1959 ese par de mujeres sin duda estaba entre quienes defendían del ejército el local del sindicato ferrocarrilero, cabeza del gran esfuerzo de trabajadores y trabajadoras por deshacerse del monstruoso aparato corporativo construido para ellos.
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Una mañana de otoño de 2009, en Saltillo comparto un cuarto de hotel con Alfredo Domínguez, antiguo trabajador de la metalmecánica que lleva medio siglo organizando luchas sindicales. Sin duda sabe cuánto lo respeto y mientras nos vestimos vuelvo a dar gracias por la oportunidad de estar otra vez con él y su gente.
Le hablo del desbordado optimismo que vino el día anterior en la conmemoración de treinta y cinco años de la ejemplar lucha de CINSA-CIFUNSA en esta ciudad, y de las charlas con Nelly Herrera, con María, su hermana y la hermana de Isaías.
-Almirante -le digo-, esas mujeres parecen cristianas primitivas. Ni su abuela las detendrá jamás en la búsqueda de la utopía.
Él sonríe de esa especial, como misteriosa manera qué tiene y suelta una de sus geniales frases:
-Llegará un día en que los cristianos se coman a los leones.



 

 

                          

domingo, 1 de agosto de 2021

Haití y la negritud americana

En cuatro sesiones que empiezan con este video, Óscar de Pablo cuenta un hito cuya reivindicación nos debe la historia moderna. 

Desde entonces América como realidad y discurso se ceba con su única república negra y en julio de 2021 llega al extremo distorsionando a grados inconcebibles un "magnicidio" -entrecomillo pues el presidente asesinado tenía muy poca legitimidad (https://cuadernosunlargoviaje.blogspot.com/2021/07/chivos-expiatorios.html).

Cualquier cosa se puede con Haití y no solo desde la perspectiva imperial. Miramos hacía allí cebándonos en el país que los afrodescendientes osaron crear. Paguen su atrevimiento, se dice de una u otra manera, incluidos Barack Obama y Kamala Harris, pieles negras, máscaras negras que presumen su occidentalización. 

Fanon, el intelectual revolucionario antillano que vivió en Francia y Argelia (http://www.papelesdesociedad.info/IMG/pdf/los_condenados_de_la_tierra_frantz_fanon.pdf), como psiquiatra atendió a la clase dominante colonizada y conocía, pues, sus entresijos mentales. ¿Y qué son Obama y Harris sino una variedad estadounidense de aquélla? Ésta, vicepresidenta con poderes especiales, parece representar al establishment profundo de su nación, traiciona a George Floyd y por fuerza obra en la pantomima haitiana actual.

Frants regresó a La Martinica para apoyar la candidatura presidencial de su amigo Aimé Césaire, quizá el más grande poeta surrealista a quien cito obsesivamente, ahora con esto:

"...palabras, ah sí, ¡palabras!
mas palabras de sangre nueva, palabras que son
marejadas y erisipelas
paludismos y lavas y fuegos
de manigua, y llamaradas de carne,
y llamaradas de ciudades."

Sí, algo tienen esas islas caribeñas donde, tras la extinción indígena que los adelantados españoles produjeron en un santiamén, se poblaron con esclavos extraídos entre multitud de etnias y tradiciones lingüísticas recompuestas cada tanto, sobre todo del Occidente, para entonces.

Puede recurrirse a muchas fuentes para asomar al tráfico que semivació el subsahara condenándolo quizá hasta el fin de los tiempos. Nosotros elegimos siempre al monumental trabajo hecho por Eric Wolf  (https://antroporecursos.files.wordpress.com/2009/03/wolf-e-r-1982-europa-y-la-gente-sin-historia.pdf). A sus ojos ni caso tiene explicar como el origen y desarrollo del capitalismo sería impensable sin la trata por antonomasia. Le interesa, a cambio, que quedé claro: si para 1492 en el Viejo Mundo y sobre todo dentro del ámbito mediterráneo, había esclavos, pertenecían a cualquier sociedad sometida y el color se fijaría luego, con la llana costumbre. Fue tal vez, creo, acompañando los modernos, manipuladores discursos europeos, que necesitaban de ello y dibujaban la tierra a capricho.

Unicamente las y los antillanos pudieron defender sus raíces a macha y martillo. Justo porque no convivían con el enemigo. Los vecinos en Norteamérica, pongamos...                 

Liberia se creo en 1816 como un Estado que recibiera de vuelta a casa a los negros estadounidense libertos y libres, respondiendo a

legítimos y oscuros empeños, pues El Capitolio aprovechaba la organización creada por algunos de aquéllos.

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Voy de aquí para allá a propósito, dejando las pistas que encuentro. 

¿SIGO O BASTA CON ESO?    
 

 

  

domingo, 25 de abril de 2021

A manera de introducción

Soy mexicano de primera generación no solo porque mis padres nacieron en otro país, considerando que la nación Estado y el sentido patriótico moderno se construyeron tarde aquí y en muchas partes del mundo.

A mi propia familia originaria, pongamos, le llamaban española y entre ella hubo quienes al marcharse añoraron exclusivamente la cuenca minera donde crecieron.

En aquel México, siete de cada diez eran campesinos y campesinas que habitaban comunidades menores a doscientas cincuenta almas y asumían como propias nada más las comarcas, comunidades o etnias nativas. Se sentían o chihuahuenses o pertenecientes a tal o cual zona huasteca o a lo llano Ñuu Savi, como se reconocen todavía algunos de quienes habitan la Mixteca oaxaqueña y guerrense, por ejemplo.

Chilangos, sobrenombre despectivo, resultamos todas y todos en nuestra gigantesca ciudad central, gracias a escuelas y discursos comunicacionales.

Al tiempo me universalizaba comenzando por mis  orígenes, que resultaban de una mal llamada Guerra Mundial implícita en las desgracias familiares inexplicables sin los aviones nazis y la infantería del fascismo italiano y una traición vil de Francia e Inglaterra. Y también porque papá y mamá introdujeron en casa la Guerra Fría protagonizada por Estados Unidos y el bloque socialista; Argelia insurrecta, Cuba y su revolución... Cuando la adolescencia se volvió angustia, el Che Guevara y la resistencia vietnamita servían de bálsamo...

Con los años mi país se estrechaba o dilataba conforme conseguía o quería involucrarme en él.

Esta es una crónica interminable porque usando el recuerdo de mi abuelo digo aventurarme a su lado tan lejos como podemos. Incorporo a ella este México que hacia 2015 presagié estallaría al fin tras tres décadas nefastas compartidas así o asá por la tierra entera.            

Lo hago en crónica y ficcionando lo poco necesario para el propósito. A ratos me ayudan la literatura y el cine, en busca de hombres, mujeres, niñas y niños cuyas historias reflejen a quienes no tuvieron voz ni fueron nombrados.

Vamos hacia pasado y presente cuando alcanzamos la crisis civilizatoria que tal vez materialice grandes utopías. Para ello apelo también a charlas, entrevistas, conversatorios, organizados o descubiertos durante la pandemia.  

Mi arranque es una revisión del planeta, a la cual me dediqué mientras entre 1986 y 1992 hacía De México y de indianos. Seguía allí los caminos que abrieron trabajos monumentales: La invención de América, de Edmundo O´Gorman; Europa y la gente sin historia, de Eric Wolf; La expansión marítima europea, de Pierre Chaunu; La disputa del Nuevo Mundo, de Antonello Gerbi, y Los salvajes y los civilizados, de Urs Bitterli.

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Esta Crónica se suma a una decena de cuadernos, como llamo a los blogs, que inicié en 2006. Tratan temas muy diversos: históricos, sociales, personales sin propósitos autobiográficos. 

En ellos quisiera imitar a Bob Dylan, juglar mayor contemporáneo que con numerosos otros y otras y aprovechando nuevas tecnologías musicales creó una cultura

Materializó así simpáticas obsesiones mías surgidas en jardines universitarios en los cuales me refugié para no asistir a clases. Quería hacer una Comedia Humana sin letras, que atestiguara el rico alrededor. Como él, quien cronicaba al imperio asaltado por jóvenes y pueblo y no al Nuevo Régimen francés, de burguesía irrumpiendo con aires aristocráticos, de Balzac. 

A ese Mr., como le digo, lo dieron por muerto en los 1980 y resurgió -¿recuerdan la caída del bloque soviético?-. Y de nuevo al llegar el apocalipsis siglo XXI. En consecuencia, estuvo dónde debía cada vez.

Sentí ver la luz en 1979, cuando inesperadamente me encargaron a solas un suplemento cultural de doce páginas. Para llenarlo mi vida diaria se volvió crónica: bailes con músicos cubanos que volvían a asaltar México; idas al cine, paseos a los hijos, charlas entre activistas campesinos, obreros, urbano populares; fiestas organizadas por la comunidad gay, cuyas enseñanzas nos transformaban, o de hippies evolucionando hacia el ambientalismo; comidas en casa que reunían a mujeres retando al mundo; playas irreverentes y una ciudad que se buscaba a sí misma cada vez más lejos. 

La experiencia duró dos años y por pruritos contra las atmósferas literarias rechacé luego una generosa oferta hecha por el gran cronista nacional. Etcétera. 

¿No pueden ustedes tomar mis cuadernos como álbumes del hoy premio Nobel? Háganme la valona.

Claro, necesitarán a un egiptólogo o alguien por el estilo para traducir la lengua cifrada que empleo, pues retrasado en la tarea intento contar en diez líneas lo reclamado por treinta, cuarenta o cien. 

No tengo el don del susodicho, cuyas composiciones encuentran afortunadas figuras de palabras y música para contar y se ayudan con instrumentistas, productores, micrófonos, etcétera, que hicieron una carrera paralela a él. 

Sino hubiera parado en 1980... Imaginen cuánto acumulé semana a semana desde entonces.

Con todo, tal vez pueda rescatarse media docena de discos. El resto queda como ensayos grabados. Sonrían, por favor.      

                 




Lo que debería seguir

    Esta Crónica Interminable tiene un orden plausible hasta donde se muestra, que es su primera parte. Como se aprecia en el archivo del bl...